El día amaneció típicamente sevillano. El cielo azul, como sólo puede estar en Sevilla, la ciudad entera en la calle para pasar el domingo con toda la familia, el humo de las castañeras recordándonos la llegada de la Navidad... en fin estampa típica de una Sevilla histórica y romántica. Pero también se vivía otra estampa, una estampa que sólo puede pasar en esta ciudad a orillas del Guadalquivir, la Sevilla Novelera.
Y es que la puesta en marcha de la nueva atracción del alcalde, hizo que Sevilla volviera a echarse a la calle, como en Semana Santa, la Feria o en aquella Expo de 1992 que tanto cambió a Sevilla. La Plaza Nueva y el Prado de San Sebastián rebosaban de cientos de sevillanos que hacían cola para montarse en el metrocentro.
Tras unos minutos de espera por fin llegó el momento. Las puertas del tranvía se abrieron y los sevillanos penetraban embelesados en ese nuevo mundo de modernidad y progreso que nos esperaba. Una vez dentro la realidad la de siempre, un medio de transporte abarrotado y que tardaba más en hacer su recorrido que en hacerlo a pie.
En su interior las señoras mayores se mostraban ilusionadísimas por el tranvía, recordaban estampas de su pasado en el que viajaban por todo la ciudad en aquel tranvía amarillo. Jóvenes, mayores, niños, todos con el metrocentro.
Upssss! Antes de terminar de escribir el artículo ya hemos llegado al final del trayecto, que corto se nos ha hecho el camino. Pero eso no importa, el paseo ha merecido la pena.
Mañana será otro día, el día 2 de la historia del metrocentro.
De nuevo Sevilla ha hecho gala de su idiosincracia, de su genuina manera de ser, de su carácter inigualable. La Sevilla Novelera ha vuelto a salir a la calle, y yo la he visto, como siempre, tras el antifaz.
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